22 de octubre, 2017.
En lo poquísimos episodios episodios de luz eléctrica que he tenido ( y sabiendo que estoy en el minúsculo bolsillo de los que los han tenido algo de luz…), lo que único que se me ha ocurrido es lavar. Como si quisiera enjuagar lo que pasó y no acordarme. Nada de cocinar ni de ver televisión.
La primera vez que se encendieron las luces por unas horas me sobreconfié que iba a tener luz, for ever. Obviamente no fue así. Pasaron luego muchos días antes de que volvieran a encenderse las luces de entrada y los aires acondicionados. A horas insospechadas y sin ninguna señal de cuánto tiempo estarían así.
He vuelto a lavar de madrugada o tarde en la noche, igual que en Georges, en el 1998, cuando el agua llegaba de madrugada y todos los vecinos despertaban a lavar. Toallas, sábanas, medias, toda la ropa la hemos lavado a mano en casa, como la mayoría de mis vecinos. Hasta los panties y calzoncillos se cuelgan en feliz exhibición.
Y he descubierto que no tengo demasiados panties, como me decía mi abuela, que debía siempre tener muchos para una emergencia. Tema conversado, en el pasillo de Kmart hoy con mi prima Haydée. Cuando me ve comprando calzoncillos a Fabián, que sale de viaje, y me pregunta si compré para mi. La verdad no lo pensé.
«Siempre hay que tener muchos panties, para estas emergencias”, me decía. La verdad es que aunque llevemos la misma ropa, la ropa interior limpia, nueva u olorosa, me da una sensación de rutina y casi de lujo. La ropa interior debe incluirse en lo que se reparte en las bolsas de artículos de higiene y esenciales. Y nos añade algo de confort en la inusual rutina de ahora. No he vuelto a tener episodios de luz. Como diría Jorge Bracero, el célebre empleado de la de AEE (de quien ya soy fan!) “Celebra, ya sabes que las lineas estan bien y el problema es carga”…

