9 de octubre, 2017.–
Casi me acostumbro a la oscuridad y hasta me gusta la luz que le da a la sala una lámpara solar, que conseguí a prisa en una tienda de botes, cuando venía el Huracán Irma. Ha sido la salvación. No lleva baterías.
Cuando llueve mucho, como hoy en la tarde, se despiertan los miedos que se nacieron cuando Irma. Las calles se cierran por el tráfico y la mecha corta colectiva se prende en menos ná! Si la lluvia viene con truenos, me congelo un poco al guiar. Y conduzco como si tuviera 80 años, igual que cuando ahora guío luego de las 7 de la noche entre tapones por carreteras sin focos y llenas de huecos. Siento que no conozco el camino.
Me gusta cuando mis hijos Fabián y Gabriel se inspiran y tocan música porque no hay nada que hacer. Acorta las horas y se siente tan bien!! Anoche sus amigos Miken y Picco, se juntaron con nosotros en la sala, y entre copas de Tempranillo, hablamos del tiempo, jugaron cartas y seguimos hablando. Eso no lo hacíamos antes, algo bueno de María. …los amigos.
En la oscuridad, jugamos cartas, hablamos, oímos música y hablamos con amigos que nos visitan para acompañarse en la oscuridad.

